Esas leyes de protección del patrimonio que permiten por un lado que a una anciana la multen por su desconocimiento de la legislación al cambiar una antigua y deteriorada ventana de madera por una de aluminio, mientras por otro lado son las mismas administraciones y los grandes promotores quienes torean el espíritu de la legislación cometiendo verdaderos desmanes y agresiones contra el patrimonio que representa El Camino de Santiago. Que haya tenido que ser una humilde asociación jacobea, la que en soledad y contra casi todos, plantase cara y consiguiera denunciar y contribuir a detener esa salvajada, es buena muestra del estado de la cuestión.