De Ourense a Santiago por la Vía de la Plata

Ourense, España
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Descripción

Ourense- Cea

Es 29 de Marzo de 2012, son las 8 de la mañana y me encuentro enfrente de la Catedral de Ourense. Me ha resultado difícil, por cuestiones personales y laborales, encontrar un hueco para recorrer de nuevo el Camino, pero al fin he podido reunir unos días para enfrentar mi segunda mini-peregrinación a Santiago, después de la del Portugués de hace casi dos años. Ayer llegué a la ciudad, he dormido en casa de mis muy amigos Santi e Isa, y hoy empiezo la ruta.
La calle peatonal a la que accedo desde la Catedral está plagada de furgonetas de la policía controlando la actuación de los piquetes informativos, es jornada de huelga general y no parece que demasiadas tiendas se hayan arriesgado a abrir. Pregunto a un par de policías locales hacia donde debo dirigirme y me dan las indicaciones necesarias; procuro seguirlas, cruzo un puente sobre el Miño, casi me pierdo y después de un momento de despiste consigo ubicar el primer azulejo en el suelo.
Se trata de mi segundo Camino y la sensación inicial es la misma; el hecho de dar el primer paso "en serio" es comparable a cruzar el Rubicón: la suerte está echada. Sólo queda respirar profundamente, pensar en que te espera un laaaaaaaaargo trayecto por cubrir y desear íntimamente que la suerte te acompañe; pero una vez dada esa primera pisada, el temor da paso a la confianza.
Camiño Real Después de 3 kilómetros medianamente tranquilos, cruzo la N-525 y me enfrento al primer reto serio: el Camiño Real. Por un suelo empredrado al más puro estilo de los pavimentos que podemos ver en las clásicas ciclistas, la pendiente se hace más y más empinada, obligándome a pisar firme para mantener el ritmo.

Camiño da Costa
Al cabo de un buen rato alcanzo un repechito más plano... falsa ilusión, porque tras unos pasos veo ante mí un cartel como sacado de la más pura retranca gallega, que reza "Camiño da Costa" (Camino de la Cuesta). Sólo queda apretar los dientes y seguir.
Tras casi tres kilómetros de continua curvatura cervical, abandonamos por fin el firme de piedra y la rampa pasa a ser más llevadera.



Pasamos al lado de la Ermita de San Marcos, pero la paliza que nos estamos dando nos quita las ganas de subir hasta ella. Seguimos a ritmo más rápido que antes y alcanzamos la denominada "Fonte do Santo", un buen lugar para pararse un rato y reponer fuerzas.
Ítaca Luego nos encontramos con un grupo pétreo denominado "Outeiro da Forca"; un cartelito allí ubicado nos cuenta que esta era una zona donde habitualmente se asaltaba y asesinaba a los peregrinos para robarles todo lo que llevasen de valor, arrojando luego sus cuerpos a un barranco cercano. Outeiro da Forca
Durante este tiempo, un hecho ha llamado mi atención: cientos de mariposas revolotean por todas partes. Las hay modestas, blancas o amarillas; las hay pequeñitas y de un color verde eléctrico que recuerda a los colibríes; otras preciosas que alternan blanco-naranja-blanco; otras que mezclan naranja y negro, con unas alas posteriores que parecen de encaje... el espectáculo me encanta, porque en donde yo vivo no se ven mariposas. Mariposas en el Camino
Estamos a unos 100 kilómetros de Santiago, avanzamos a buen ritmo tanto por asfalto como por tierra, cruzando pueblos como Tamallancos, Bouzas y Sobreira.

Poco después de esta población cruzamos el río Barbantiño por un bonito puente de piedra medieval, imagen muda, junto a la aldea abandonada que hay a continuación, de épocas mejores en que ésta debía ser una ruta comercial de importancia.
Puente medieval
Puente medieval
Puente medieval
Desde aquí hasta Cea, pocas cosas reseñables; si acaso constatar que a todos los mojones, sin excepción, les falta la placa informativa que nos indica los kilómetros que faltan para nuestro destino. Aunque no sea una información imprescindible, sí es una buena referencia para darse ánimos, y es una pena que los peregrinos no dispongan de ella.


Al llegar a Cea me dirijo al albergue, tomo posesión de mi modesto espacio y me apresto a una siesta reparadora y necesaria tras los 22,1 kilómetros recorridos. Despierto un par de horas después y veo que han llegado tres peregrinos más: un chico catalán y dos chicas coreanas, todos ellos en bicicleta ¿será posible que no venga nadie más caminando, como yo? No me apetece cocinar y me encamino a un bar cercano, donde disfruto de una "galician fast food" a base de embutidos caseros y pan de Cea, antes de regresar al albergue. Tras un rato de conversación con mis compañeros, todos nos dirigimos a nuestros catres para un merecido descanso.

Cea - Dozón

Me levanto temprano, a las 7 de la mañana, y me pongo rápidamente en movimiento; aún medio dormido, al salir de los aseos del albergue reparo en un tablón de anuncios y en una foto en la que veo a "Paco de Valladolid" acompañando al hospitalero de Cea. Lamento no haberla visto antes y haber podido tener una charla sobre el Camino con él, pero el día anterior no parecía demasiado locuaz... y yo siempre respeto las ganas o desganas de hablar de los demás.

En un bar cercano tomo un buen desayuno y me informo por la dirección a tomar para dirigirme al Monasterio de Oseira, ya que he decidido optar por esta variante en vez de seguir la trayectoria "oficial" para llegar a Dozón. A las 8:30 empiezo a caminar, por un recorrido con firme variado, donde se van alternando zonas de empedrado traicionero (de este que pone a prueba las botas), tierra, gravilla y asfalto.



Oseira La naturaleza se va desperezando poco a poco, y, casi sin darme cuenta, entro en Oseira a las 11:05. La vista del Monasterio resulta impresionante, y me encamino hacia la puerta de entrada para ver la posibilidad de acceder al interior del mismo. Oseira
Lamentablemente, la última visita guiada ha empezado hace cinco minutos, y la próxima no tendrá lugar hasta las 13:00... demasiado tiempo para descansar; aún así, decido tomarme un frugal tentempié en un bar justo al lado, obviando la ingesta de eucaliptine que elaboran los monjes por razones evidentes, jejeje.
Subida
Del Monasterio se sale a través de una empinada cuesta (como no), posiblemente antes encementada pero que ahora resulta un peligro por la cantidad de cascotes y rocas sueltas que ponen a prueba la seguridad de nuestros tobillos; son setecientos metros de sufrido ascenso que termina en una pista asfaltada.
Pero alguien dijo una vez que lo malo de las subidas es que luego vienen las bajadas... cuanta razón tenía, porque iniciamos un "descensus horríbilis" por lo que parece el estrecho cauce de un arroyo, donde los que resultan machacados son los dedos gordos de los pies, hasta que finalmente alcanzamos de nuevo otra pista con asfalto.
Bajada
Subida Bajada
Alternando llanos no tan llanos y zonas realmente más cómodas, cruzo varias aldeas por caminos ganaderos, en un entorno no apto para ""olfatos sensibles"; finalmente alcanzo la N-525, que ya no abandonaré hasta llegar a Dozón, después de un total de poco más de 19 duros kilómetros.




La ubicación del albergue no está bien señalizada, lo cual me obliga a volver sobre mis pasos y preguntar en el pueblo. Sigo las indicaciones "correctas" y llego allí en el momento justo en que también lo hace el "alberguero"; a partir de aquí, la rutina habitual: descanso, bajada para realizar la compra y vuelta al albergue para preparar la cena.

La única diferencia es que esta vez no aparece ningún peregrino más para alojarse; empiezo a darme cuenta que mi carácter diferenciador de caminante solitario no se va a ver defraudado en esta peregrinación, sin duda.

Dózon-Silleda

Después de un buen desayuno en el propio albergue, comienzo de nuevo a caminar. Estamos a 750 metros de altura y debemos conseguir bajar hasta los 500 durante 19 kilómetros de caminata, empezando por descender hasta el alto de Santo Domingo, a 700 metros.

El paisaje se muestra aquí en la lejanía dominado por las plantaciones del nuevo eucaliptus gallego, de características diferentes al de toda la vida: es mucho más alto, de color totalmente blanco y sólo tiene tres hojas perennes que no paran de dar vueltas y emitir un molesto zumbido.
Voy bajando por tramos de carretera en desuso, paralelos a la N-525, hasta que en un momento dado abandono definitivamente el asfalto para empezar a transitar por terrenos más "camineros"; el trayecto es en descenso, con amplias vistas del viaducto y del valle del Deza, porque empieza el tránsito por el concello de Lalín. Y las aldeas y los caminos van quedando atrás hasta que llegamos a Laxe, teórico final de etapa.



Por el camino me han ido asaltando las dudas ante la posibilidad de volver a verme sólo en el albergue un día más, con los agravantes de que éste sí se encuentra más aislado que el anterior y de que es sábado; así que tomo la decisión de seguir hasta Silleda... total, son 9 kilómetros más.



Cuando llevo cinco de ellos, penetro de repente en un descenso paralelo al río Deza, dominado por dos viaductos ferroviarios que toman direcciones opuestas, y por donde voy descendiendo hasta alcanzar el punto más bajo para cruzar a la otra orilla a través del magnífico puente romano de Taboada.



Al llegar a Silleda pregunto por el albergue: aún no está operativo y decido buscar una pensión sustitutiva; finalmente encuentro alojamiento, ubico mis cosas, salgo a dar un paseo y a ver el partido del Dépor. Tras el preceptivo descanso, ceno temprano en un bar próximo y aprovecho para charlar un rato con los parroquianos al calor de un par de copas de licor-café, antes de retirarme definitivamente a dormir.

Silleda - Outeiro

Me despierto temprano; y tan temprano que a las ocho de la mañana ya he cruzado el río Toxa y estoy llegando a Bandeira. Me ha resultado un pelín difícil encontrar la ruta correcta para reincorporarme al Camino (qué les costará a los Concellos señalizar correctamente las salidas de sus cascos urbanos!!!), pero finalmente he enderezado el rumbo de forma satisfactoria.


Paro a desayunar en Bandeira, poco antes de un monolito que recuerda a Don José Espiño Matos, párroco significado por su labor en favor de este Camino Mozárabe durante tantos años.
La ruta avanza extremadamente cómoda, en una bajada suave y continua que permite caminar a gusto sin apenas esfuerzo y sin sensación de fatiga. La calma sólo se ve de vez en cuando turbada por el ruido de los automóviles que circulan por la cercana y omnipresente N-525 y por el zumbido de los aviones que pasan sobre mi cabeza, como anuncio de la proximidad del aeropuerto de Lavacolla.



Y de esta manera, tras unos desahogados diecisiete kilómetros, alcanzamos la parte final de nuestro recorrido de hoy, cuando llegamos a Ponte Ulla. De hecho, nos encontramos el valle de repente, dominado por el nuevo viaducto del AVE y el espectacular tajo efectuado en la montaña para permitir su paso. Por detrás de este nuevo puente podemos ver el antiguo de la vía férrea convencional, todo un símbolo para las gentes del lugar desde que fue levantado hace tantos años en desafío a la orografía de la zona.



Comienzo un descenso extremadamente pronunciado en el que procuro exagerar mis precauciones para no dañar tobillos ni rodillas, hasta que finalmente atravieso el Ulla a la otra orilla por un puente en la parte más baja del valle. Es domingo de Ramos y me detengo a sellar mi credencial en la iglesia del lugar, donde la misa ya ha empezado.

Mi objetivo final de hoy es el albergue de Outeiro, así que pregunto por su ubicación a unos fieles que salen de misa y me advierten que me abastezca de comida antes de continuar hasta allí, dado que no hay ninguna tienda ni nada parecido en los alrededores del mismo. Afortunadamente, hay un supermercado abierto; me doy prisa en comprar lo necesario para la cena antes de que cierre y busco un lugar donde comer antes de seguir; un buen churrasco y una partida de tute con unos vecinos sirven de preámbulo a siete kilómetros de duro ascenso para llegar finalmente a destino.

Poco antes del albergue, paso entre la fuente y la capilla del Santiaguiño, construida en el siglo XVII y que recuerda el milagro producido en el lugar cuando los discípulos de Santiago que traían su cuerpo fueron enviados hasta aquí por la reina Lupa a recoger unos "bueyes" que arrastrasen el carro para trasladar los restos del Apóstol.

Como buen padronés, no puedo evitar pensar en nuestro particular y querido Santiaguiño do Monte...
Accedo al albergue, sin duda el más bonito y funcional que he visto durante mis caminares. Luego del habitual descanso, constato que soy, como no, el único inquilino del mismo; decido cenar temprano, a las 8 de la tarde, y a las 9 recibo la visita de la hospitalera y de un señor mayor del lugar, con los que comparto conversación durante una hora antes de acostarme. Han sido 23,7 kilómetros que me han acercado definitivamente a Santiago, pues sólo me quedan ya 16 kilómetros para llegar al Obradoiro. 

Outeiro - Santiago

No madrugo demasiado, no me apetece; el día afuera del albergue se ve sombrío, con una fuerte bruma que no invita de entrada a salir al exterior; de todos modos, a las 9 pienso que ya está bien y me preparo para afrontar la última jornada de este modesto Camino Sanabrés personal.

Ayer compré lo necesario para intentar emular el mejor desayuno que uno se pueda imaginar: las "tostadas de ajo con aceite de oliva al estilo de Mario Torres"; me preparo unas cuantas junto con un café calentito y disfruto del momento con extrema satisfacción.

Hace verdadero frío por primera vez, y la niebla no me permite admirar el Pico Sacro, pero continúo adelante sin pausa, atravesando las tierras del concello de Boqueixón.

Lestedo, Rubial, Deseiro... las parroquias y aldeas se van sucediendo por un camino serpenteante, que tan pronto te lleva a la derecha como a la izquierda, hasta que afronto las subidas de los Camiños Reales de Piñeiro y Angrois; y al final de este último diviso a lo lejos la inconfundible silueta del Gaiás, la archiconocida y controvertida Cidade Galega da Cultura.

Creo que es la primera vez que su vista me produce alegría en vez de indiferencia, pero no es esa la vista que estoy deseando contemplar; la vista que espero se me muestra finalmente al acceder a la calzada de Sar, desde donde consigo divisar finalmente las torres de la Catedral... para muchos la entrada más bonita del Camino en Compostela.
Ultreia!!!

Desciendo la parte que me falta de la calzada, cruzo el puente de Sar, hago una parada obligada en la Colegiata, paso bajo el arco de Mazarelos y afronto la última cuesta que me separa del tramo final de mi viaje hasta la Catedral de Santiago.


Han sido 5 días de recorrido exigente y unos 110 kilómetros en mis pies, pero he llegado a mi destino sin contratiempos; he caminado solo, pero he disfrutado enormemente de esa soledad, del esfuerzo y de la vistosidad del trayecto escogido... entonces, ¿porqué rayos, en vez de saborear más del momento, me encuentro ya pensando en cuándo afrontar mi próximo Camino?

Localización

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