Diario de Rafaél: Camino Aragonés

Zaragoza, España
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Descripción

El peregrino norteamericano con raíz portorriqueña, Rafaél, nos ofrece sus experiencias por el Camino Aragonés, Francés y Primitivo.

 

ZARAGOZA, 27 DE ABRIL DE 2001 - CAMINO ARAGONÉS, DE SOMPORT A PUENTE LA REINA

Llegué hace hora y media tras 3 horas de viaje en tren desde Madrid. Ahora estoy en un bar, esperando a Ales que se encontrará aquí conmigo y determinaremos ir o no esta noche a Somport, a Jaca o bien pasarla aquí.

Ha sido un viaje sin aliciente y tedioso, como mínimo. Al salir de los EE.UU. el tiempo era perfecto y, para variar, los vuelos fueron puntuales. Tuve que aguantar una larga espera en Atlanta. Llegué allí cerca de las 12 y no salió hasta poco después de las 5.30 de la tarde. El vuelo a Madrid duró 7 horas y 40 minutos, que con la diferencia horaria eran las 8 de la mañana de Madrid, alrededor de la 1 de la madrugada de Niceville. Los procedimientos aduaneros fueron cumplimentados con eficiencia (no es lo acostumbrado) y hacia las 8.45 estaba en camino, en el metro, hacia la estación de RENFE en Chamartín. Es una de las 3 estaciones de tren más importantes de Madrid. Las conocería bastante bien para cuando volviera a casa.

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Como nada es perfecto, tuve que esperar hasta las 3 de la tarde para tomar un tren a Zaragoza. Todos los anteriores estaban completos probablemente debido a que el próximo martes es la Fiesta de Mayo y los que pueden parece que se van a tomar un fin de semana largo de vacaciones. "Haciendo un puente", como lo llaman aquí, al tomarse el lunes libre.

Estuve adormilado todo el viaje, pero vi lo suficiente para caracterizar esta región de España (una franja alargada en sentido Este - Nordeste desde Madrid) como bastante árida, aunque no tanto como algunas zonas de nuestro suroeste. Más tarde me daría cuenta de que la zona está padeciendo sequía. En principio, la región es algo llana pero de vez en cuando aparecen colinas no muy altas de arenisca y, durante un corto trayecto, atravesamos una pequeña zona montañosa. Como una hora antes de llegar a Zaragoza se atraviesa un angosto valle dedicado al cultivo de frutales.

Ales (Manuel) llegó alrededor de las 7.30 de la tarde y la maratón continuó. Me llevó a dar una vuelta por el centro de Zaragoza, comenzando con el alcázar que data desde la ocupación musulmana de la ciudad (ahora oficinas gubernamentales), la catedral y La Seo, otra iglesia famosa por su arquitectura morázabe. Zaragoza es una ciudad muy hermosa y me apenaba que tuviéramos tan poco tiempo y estuviera tan cansado para poderla apreciar. Tras ese vistazo visitamos dos bares, uno para comer sardinas y el otro de tapas. Las tapas son la versión española de los entremeses, pero casi llegan a ser comida. En medio de estas actividades encontramos tiempo de visitar las oficinas de los Amigos del Camino de Santiago para conseguir mi "Credencial".

Ales había intentado viajar hoy a Jaca, pero mi "llegada tardía" modificó los planes. Ya era casi medianoche, muy pronto para las costumbres españolas, pero yo era un muerto en pie. Agradecí el pasar la noche en Zaragoza y buscamos un hostal donde en un segundo caí redondo.

CAMINO ARAGONÉS, JACA 28 DE ABRIL DE 2001

Me levanté temprano y alrededor de las 6 llamé a Ales y acordamos que pasaría a recogerme a las 7. Condujo hacia la antigua Jaca que una vez, bajo Ramiro I, había sido la primera capital del Reino de Aragón. Su catedral, el primer ejemplo de arquitectura románica en España, está fechada en 1.035. Llegamos a Jaca poco después de las 8.30, demasiado tarde para coger el autobús que nos llevaría a Somport, el inicio del Camino en los Pirineos. Así que planeamos seguir y hacer el tramo desde Jaca a Puente la Reina de Jaca, excepto que en vez de llegar hasta Puente la Reina, nos desviaríamos hasta el Monasterio de San Juan de la Peña. Fue una gran decisión. El Monasterio no sólo tiene una enorme importancia histórica para Aragón (sirvió para archivo del Reino y luego como panteón real) sino también por su arquitectura exclusiva. Está construido bajo un saliente rocoso.

Salimos de Jaca y comenzamos a caminar algo después de las 9. Como una hora y media después, dejamos el Camino y comenzamos a subir la primera cota montañosa por un sendero que nos condujo a la Sierra de San Juan de la Peña y al monasterio. Fue una buena subida. El tiempo era agradable y fresco y anduvimos bien hasta un estrecho valle y Atarés, una población enclavada en un angosto valle entre dos alturas. Ales había pensado que podríamos comer en el mesón del pueblo. Pero no fue posible. El mesón estaba cerrado y hacia la 1 de la tarde dos hambrientos caminantes comenzaron la última ascensión hasta la ladera donde se localiza el monasterio.

Aún cuando teníamos un día maravillosamente claro, fresco y agradable, la falta de comida, la pendiente y lo prolongado de la subida comenzaron a afectar a Ales. Por un momento pensé que podía encontrarse mal pero insistió en continuar, muy penosamente. Ales está bien entrado en los cuarenta y, creo, es un caminante competente. Realmente tiene algo de sobrepeso y quizá no se encuentre muy entrenado. Sea como fuere, finalmente llegamos a la carretera que conduce al monasterio y, en pocos minutos, Ales había podido avisar un coche que pasaba y nos recogió.

Nuestro buen Samaritano nos acercó hasta pasado el monasterio y más debajo de Santa Cruz de la Serós, donde hicimos una muy buena y necesaria comida y conocí las "migas", un plato confeccionado con migas de pan y trozos pequeños de jamón. Eran ya bien pasadas las 3 de la tarde, pero tuvimos tiempo de visitar la iglesia local y una capilla, ambas del siglo XI. Tras la visita, Ales, una vez más, consiguió un vehículo para subir al monasterio. Estuvimos dos horas y media en este lugar tan señalado, cuna de Aragón. Ramiro I ordenó su construcción que, como he escrito antes, albergó el archivo de la nación y fue designado como lugar de enterramiento suyo y de sus descendientes. Mantenido por monjes al principio y claramente inaccesible, el lugar ha sobrevivido durante más de 1.000 años y todavía hoy es lugar de peregrinación para los aragoneses.

Poco después de las 6 de la tarde, volvimos a Jaca. Era muy tarde y estaba demasiado lejos para volver a pie, así que Ales volvió a conseguir un coche, el primero en la autopista y llegamos a Jaca. El día aún no había terminado. Ales me aseguró que nadie podía visitar Jaca sin ver su catedral. Así que, tras tomarnos una cerveza, visitamos la catedral y el museo y fuimos a un bar a comer "patatas asadas". A esas horas ya había oscurecido y estaba casi destrozado por el maratón de estos 3 días, así que recogimos el coche y fuimos al albergue. Es muy bonito y lo tuvimos casi para nosotros solos.

Habiendo muerto, resucité a las 6.30 más o menos. No quería afeitarme, pero lo hice y cogí la mochila preparado para salir. A las 7.15 desperté a Ales, que había muerto para el mundo, pero sabiendo que teníamos que coger el autobús a Somport, de mala gana se levantó y poco después estábamos en camino.

A diferencia del día anterior, estaba nublado y le comuniqué a Ales que pensaba que iba a llover. Él no pensaba así y fuimos a la estación de autobuses. Salimos hacia Somport a las 8.30 y a los 15 minutos comenzó a chispear.

La carretera a Somport sigue el cauce del río Aragón por un estrecho valle, realmente un cañón, con paredes montañosas muy escarpadas a ambos lados cubiertas de gran variedad de árboles y arbustos.

Incluso hoy, con un tiempo lluvioso y con bruma, se puede apreciar la belleza de esta zona. Hay algunas aldeas pequeñas a lo largo del camino y, al final del cañón y el paso hacia Francia, dos remontes de esquí. Durante años un tren conectó los dos países a lo largo de esta ruta, pero en 1.970 un tren descarriló en el lado francés, destrozando un puente. El puente nunca fue reconstruido, el servicio fue suspendido y ahora los trenes españoles sólo llegan hasta la estación de Canfranc.

Tardamos probablemente 40 minutos en alcanzar Somport. Para entonces, ya estaba lloviendo. En el puerto, la lluvia se mezclaba con nieve y el viento anunciaba tormenta. (Más tarde me dijeron que el frente se convirtió en tormenta de nieve en todo el Pirineo.) Y así fue como comencé mi caminar por el Camino Aragonés.

Mientras íbamos en dirección sur-suroeste por el río Aragón, con las montañas perfilándose por encima de nosotros y la lluvia calando gradualmente nuestros chubasqueros, me pregunté por qué cada vez que camino por una zona montañosa me ocurre siempre lo mismo. Puedo estar seguro de que, o bien tendré lluvia, o no podré ver nada. Hoy, sin embargo, podía todavía apreciar, a pesar de la lluvia, la grandeza de este cañón de los Pirineos.

Paramos en la estación de Canfranc para tomar una sopa caliente y bocadillos; en Villanúa buscamos, o debería decir Ales buscó, al párroco para que nos dejara las llaves de una ermita de Castiello de Jaca donde quería enseñarme algunas reliquias "fantásticas". Además, él también quería fotografiarlas. Pero no lo encontramos y tuvimos que quedarnos a comer en el refugio Tritón. Estaba muy entretenido con los numerosos carteles que había prohibiendo una serie de cosas, comportamientos y otras actividades. Saqué una foto.

Después de comer fuimos a Castiello de Jaca, todavía buscando al sacerdote -y el santo grial-. No pudo ser. A esas horas eran casi las 5 de la tarde, seguía lloviendo a jarros y un Ales muy contrariado se negó a dar un solo paso hacia Jaca. Volvimos a la carretera principal y él, una vez más, consiguió que un coche nos acercara las últimas 5 millas que quedaban hasta la ciudad.

El día no había terminado. Ya había caminado (y más) hasta Puente la Reina de Jaca y Ales acordó llevarme en su coche. Hacia las 6 de la tarde salimos de Jaca por última vez y nos dirigimos a Arrés, una aldea mínima a 3.5 millas de Puente la Reina y donde están trabajando para abrir pronto un albergue de peregrinos. No vimos la señalización, así que tuvimos que volver atrás después de charlar con un "granjero" local sobre "burros". ¡Por entonces, empezaba a sentirme como uno de ellos!

Llegamos a Arrés hacia las 7 de la tarde, encontramos el albergue y nos dijeron que todavía no estaba abierto. Pude saber después que el encargado probablemente no me dejó quedarme esa noche por haber llegado en coche. Escribo esto porque otros caminantes que encontré en Ruesta habían pasado aquí la noche, aunque en condiciones muy precarias. De cualquier modo, nosotros volvimos a Puente la Reina de Jaca y al Hostal del Carmen. Nos tomamos un par de cervezas y Ales se marchó. Yo me fui a mi habitación, me duché y salí a cenar alrededor de las 9.30 de la noche.

Había estado lloviendo bastante todo el día y por la noche hubo relámpagos, truenos y lluvia torrencial. ¡Qué noche tan maravillosa para dormir en una cama seca y cálida, sabiendo que podía haber sido de otra manera!.

Me levanté preguntándome si ese día lo pasaría en Puente la Reina de Jaca, pues la lluvia caía con fuerza desde las 6.30 de la mañana. Cuando bajé a desayunar el propietario me sugirió que me quedara ese día, ya que había oído que el tiempo no iba a mejorar y la crecida de los ríos podían ser un problema. Sin embargo, hacia las 8.30 la lluvia amainó un poco y decidí intentarlo. Salí poco después de las 9 notando al cruzar el río Aragón cómo empezaba a desbordarse por sus orillas. Pero seguí caminando bajo una lluvia suave. Cuando estaba a punto de salir al Camino desde la carretera principal, un Mercedes Benz me alcanzó y paró. Estaba seguro de que un buen Samaritano iba a ofrecerse para llevarme, pero estaba equivocado. Era el propietario del hostal que me traía la tarjeta de crédito que había olvidado recoger tras pagar la factura. ¡Santiago me cuidaba!

Después de eso, el tiempo mejoró. Aunque se mantuvo muy nublado y amenazante, paró de llover. Sin embargo, el Camino estaba tremendamente embarrado y los riachuelos que habría cruzado normalmente sin dificultad eran ahora un problema. Me fastidiaba que las nubes bajas no me permitieran hacer buenas fotografías, particularmente de Berdún, un pueblo antiguo enclavado en lo alto de una colina, al otro lado del río Aragón. Una vista impresionante.

Me sentí cansado y poco después de pasar cerca de Mianos -como a 10 millas del comienzo- paré para comer un poco de queso y unas Pringles que he estado guardando desde que dejé los Estados Unidos. El Camino siguió por un valle precioso plantado de trigo color verde esmeralda. Finalmente me condujo hasta Artieda (de 80 habitantes). Este pueblo, como muchos de la zona, se sitúa en lo alto de una colina y subir hasta él supone una sana ascensión. Pero Artieda tiene un albergue, aun cuando se suponía que estaría cerrado (Fiesta del 1 de mayo), y me arriesgué con la larga subida hasta lo alto de la colina y pude conseguir, si no una cama, al menos una estupenda comida. La persona que llevaba el albergue me ofreció acercarme a Ruesta, una "no-localidad" ya que las únicas personas que lo habitan son las 12 que llevan el albergue. Pero le di las gracias y salí alrededor de las 3 de la tarde. Una nota: Como unos 6 kilómetros antes de llegar a Ruesta, el Camino, que aquí es una carretera asfaltada, deja la carretera y sale a un camino de tierra que finalmente se estrecha mientras discurre entre árboles y arbustos elevados. Es un camino bonito y al final te lleva a una pequeña ermita dedicada a San Juan Bautista.

La capilla está siendo restaurada y no hay mucho que ver. Desde allí una senda, casi completamente cubierta con arbustos, te devuelve a la carretera y casi inmediatamente a Ruesta. Esta parte no es viable para los ciclistas.

Ruesta es otra ciudad-fortaleza antigua que se despobló cuando, en la década de los cincuenta, se construyó un embalse que anegó sus campos. Ahora permanece como una ciudad fantasma, usada sólo por caminantes y campistas de verano. Llegué allí alrededor de las 5.30 y muy poco después se me unieron otros caminantes que habían aceptado que los acercaran en coche desde Artieda. Entre ellos, Elizabeth y Javier, de Barcelona, a los que me había encontrado cuando subía a San Juan de la Peña. Ellos, por cierto, habían pasado la noche en el albergue de Arrés, el lugar donde me habían negado la cama.

El albergue en Ruesta es pequeño, pero confortable. Como el pueblo, se localiza en alto, en la falda de una montaña con unas preciosas vistas sobre el "lago", el "Embalse de Yesa" abajo. El personal sirve comidas pues no hay otro lugar disponible donde comer. Hacen un buen trabajo. A pesar de la lluvia inicial, el tiempo nublado y la bruma, ha sido un buen día. He caminado unos 30 kilómetros, he comido muy bien y me esperaría esa noche otra cama cálida y seca.

Me levanté hacia las 7 y a las 8 ya estaba en marcha. Al resto de los peregrinos-caminantes, cuatro españoles y cuatro alemanes, se les oía dormir ya que el desayuno no se servía hasta las 9. ¡¡¡Ridículo!!!

Descendí hasta la orilla del lago, a través del campamento y comencé a subir a la Sierra de Peña Musera y por el valle donde se localiza Undués de Lerda. Por el camino tuve unas vistas preciosas del Embalse de Yesa, el controvertido pantano que supuso la muerte de Ruesta. Me aproximé a Undués de Lerda por una antigua calzada romana que cruza las colinas de la Sierra de Peña Musera, y pronto estuve en mi destino final del día. Tuve un tiempo maravilloso, claro y fresco, que se mantuvo todo el camino hasta Sangüesa, donde llegué sobre la 1 de la tarde.

Sangüesa es una gran ciudad fundada en 1.122 por el rey Sancho Ramírez y su hijo Alfonso el Batallador, con el fin de establecer en Navarra un asentamiento que sirviera de ciudad "puerta" para los peregrinos que llegaban del norte de Europa a través de los Pirineos. Algunas peticiones se levantaron desde las alturas de Rocaforte en 1.076 con el mismo propósito. En todo caso, es una ciudad hermosa con una serie de edificios muy antiguos pero todavía en uso. Según la tradición, Sangüesa fue el primer lugar en que predicó San Francisco de Asís y en el que estableció una comunidad durante su peregrinación a Santiago en 1.212. La ciudad tiene una serie de iglesias muy impresionantes, entre ellas Santa María la Real, el mejor ejemplo de la arquitectura románica en Navarra.

En cuanto llegué a la ciudad fui buscando un lugar donde pasar la noche y no tuve problemas par encontrar cama en el convento de Las Hijas de la Caridad. Luego fui a buscar una ATM, pues sólo me quedaban 3.000 pesetas escasas. Pude hacerlo a pesar de que todo estaba cerrado. Alrededor de las 3 de la tarde me topé con el Asador de Nevas, un restaurante maravilloso donde tuve una de las mejores comidas que jamás he disfrutado en España. El primer plato fue sopa de ajo y el segundo pierna de cordero. Durante mucho tiempo voy a recordar esta experiencia tan placentera.

El resto de la tarde lo dediqué a hacer turismo y a asearme. La ropa no se secaría pues alrededor de las 6 se desató una fuerte tormenta. Fue justo después de esto cuando mis compañeros de Ruesta, incluyendo a Elizabeth y Javier, llegaran totalmente empapados. Es muy corriente que los caminantes y peregrinos hagan jornadas largas. Excepto cuando temen no conseguir cama en el albergue, muchos salen con el día avanzado y tardan luego en llegar. Si es posible, paran de bar en bar tomando café o un largo almuerzo (como hice yo ayer); lógicamente, caminan aún un buen rato por la tarde y son víctimas de las tormentas que se forman a esas horas. Pienso que todo tiene su precio.

Con hoy he caminado 106 kms. Si siguiera el Camino Francés, que no lo voy a hacer, me quedarían 744 kms para Santiago. Y por lo tanto, los kilómetros que me quedan no los sabe nadie. Buenas noches.

Llovió toda la noche y aún seguía lloviendo cuando me levanté esta mañana. Salí del albergue bajo la lluvia y también cuando me marché del bar donde tomé una taza de chocolate con Elizabeth y Javier. La lluvia continuó mientras pasaba junto a Santa María la Real y cruzaba el puente sobre el río Aragón y comencé a pensar que tendría otro día como el que ya había soportado al salir de Somport.

Caminé por la carretera hacia Liédena y cuando llegué allí, después de unos 5 kilómetros, la lluvia ya había amainado pero seguía completamente cubierto. En Liédena crucé el río Irati y comencé a andar por un camino de tierra hacia la Foz de Lumbier. La Foz es un cañón único al que se llega por un túnel construido por el hombre. Una vez en la Foz te encuentras un cañón natural, creado por el río, que divide en dos la sierra. Finalmente se sale del cañón por otro túnel artificial. Una enorme colonia de águilas, buitres y otras aves viven en este interesante lugar.

Me rezagué un poco hasta que dos ciclistas y Elizabeth y Javier me alcanzaron. Gracias a eso, pudimos hacernos fotografías unos a otros.
Después de la Foz caminé hasta el pueblo de Lumbier y me fui acercando al Alto de Loiti. El camino de subida a Aldunate no es una subida dura, pero allí la senda se estrecha y casi desaparece entre la maleza. Este ejercicio se hizo mucho más interesante por la tormenta que me alcanzó mientras avanzaba, volviendo el camino resbaladizo y el caminar muy dificultoso. Finalmente, coroné el alto justo cuando el sol salía y el tiempo mejoraba. Poco después llegué a Izco del que, supongo, la Sierra toma su nombre. A esas horas yo ya andaba zombie con el piloto automático, para llegar a Monreal alrededor de las 4.30 de la tarde tan cansado que apenas llegué a la plaza del pueblo me derrumbé.

Por suerte para mí, sin embargo, hay un albergue en Monreal. Está a la salida de la plaza, a la derecha junto a la iglesia. Es nuevo y muy cómodo. Cuando llegué estaba abierto pero no se veía ni rastro del hospitalero. Un letrero decía que abriría a las 6 de la tarde, así que fui a buscar el único bar del pueblo (también hostal) y me compré un bocadillo. Eran sobre las 5 y estaba haciendo la primera comida desde el desayuno. ¡Agradezco a los españoles que llamen a media barra de pan rellena de cualquier tipo de tortilla maravillosa un "bocadillo"! Puede hacer maravillas en un hombre hambriento. Volvería a ese mismo bar para cenar esa noche, compartiendo la cena con Paco y Oviedo y después con Elizabeth y Javier. Le había prometido a Javier dos coñacs si su pronóstico del tiempo era acertado. ¡Sólo acertó la mitad!

Hacía una mañana soleada y fría cuando salí de Monreal ---- Tronaba y llovía a cántaros cuando llegué a Puente la Reina a las 4.30 de la tarde. He caminado 166.7 kilómetros en seis días y oficialmente he completado el Camino Aragonés.

A lo largo de la mañana seguí el camino que recorre las colinas de la Sierra de Alatiz y se eleva por encima del valle. El camino sube y baja atajando por las estribaciones de la sierra que emerge del valle. Es una especie de ejercicio masoquista ya que al bajar al valle hay una carretera que sigue derecha y plana durante todo el recorrido.

El Camino me condujo hasta Tiebas donde, alrededor de las 11, paré y comí un sandwich y un huevo duro. Hay una fuente al otro lado del pueblo y pude rellenar mi botella. Había sido una buena caminata con vistas preciosas del valle y los campos de cereal verde abajo. El tiempo estaba muy claro y hacia la derecha se veía lo que obviamente eran los aledaños de Pamplona. Más allá hacia el oeste estaba la sierra coronada por molinos de viento generadores de energía eléctrica que pensé sería el Alto del Perdón por el que el año pasado caminé.

Después de Tiebas - Campanas crucé la autopista de Pamplona por abajo y empecé a caminar en medio de un valle, cruzando las poblaciones de Biurrun, Ucar y finalmente Enériz. Desde allí un camino agrícola me condujo hasta Santa María de Eunate. No me demoré en esta iglesia monumental. Se estaban formando nubes por el este y se movían rápidamente en mi dirección. En Eunate, truenos y relámpagos anunciaban la llegada de tormentas.

Fue un espectáculo impresionante del poder de la naturaleza que encendió mi motor para seguir adelante a toda velocidad. Caminé hasta Óbanos con los relámpagos fustigándome en los talones. Me las arreglé para cruzar el pueblo y llegar a la carretera que lleva a Puente la Reina, pero mis esfuerzos fueron inútiles. Me alcanzó la lluvia. Antes, en Tiebas, un caminante alemán que había estado quedándose en los mismos albergues que yo desde Ruesta, se me acercó mientras comía. Lo dejé allí, pero cuando llegué a Eunate y mientras hacía algunas fotografías, me alcanzó. Seguimos juntos hasta Óbanos y me adelantó cuando paré a cubrirme la mochila. Estaba bastante más adelante que yo cuando comenzó a llover fuerte y se había refugiado en una "casa acogedora", apenas un armazón cubierto con un plástico. Mientras pasaba junto a él me llamó y yo también me refugié allí. Estuvo bien, ya que tuvimos que quedarnos allí durante más de 40 minutos mientras la lluvia potente amenazaba con derribar la estructura. Aún seguía lloviendo cuando dejamos el "refugio" y completamos la distancia que quedaba hasta Puente la Reina.

Entonces llegó la sorpresa del día. Yo había decidido comenzar a caminar en mayo, pensando que así evitaría la masa de peregrinos que llenaban el Camino durante el mes de junio del año pasado. Eso era cierto en el Camino Aragonés, que sólo vi 8 caminantes en los 6 días hasta llegar aquí. Pero estaba claro que no era así en el Camino Francés. Cuando llegué al albergue lo encontré lleno. Este albergue tiene sitio para 72 peregrinos y los que llegan de más son enviados a un hotel local que ha dispuesto una habitación tipo dormitorio para caminantes y peregrinos. Sus 42 camas también estaban completas. En realidad, ni siquiera había intentado quedarme en el albergue. El año pasado ya me había alojado allí y no me gustó. Así que no fue un gran sacrificio tomar una habitación en el hotel y recuperarme de un día bastante largo. Fue la mejor decisión del día.

Esta noche he cenado temprano y más tarde tomé unas copas con Paco y Oviedo. Ellos, Elizabeth y Javier terminaban aquí su Camino. Más tarde vi una película en televisión (algo que no hice el año pasado) e insistí en la pregunta de cómo evitar el gran número de caminantes por el camino. Podía, como hice el año pasado, hacer tramos largos y dejarlos atrás. Pero el año pasado en esta etapa llevaba andando más de un mes y estaba en buena forma. Hoy es mi sexto día de camino y he hecho 33 kilómetros más o menos en los últimos 4 días, algo que debe evitarse al principio de una caminata. He decidido dejar que estos 110 y más caminantes me tomen la delantera y quedarme en una habitación. Esto me dejará un día para conocer Puente la Reina, algo que no hice el año pasado.

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